Blás De
Otero
Blas de Otero Muñoz
(Bilbao, 15 de marzo de 1916 - Madrid, 29 de junio de 1979)
Fue uno de los principales representantes de la poesía social de
los años cincuenta.
Vida
Infancia, de Bilbao a Madrid: 1916 – 1933
Blas de Otero nació el 15 de marzo de 1916 en Bilbao.
A los 7 años entró en el colegio de María de Maeztu; el
preparatorio e ingreso de Bachillerato lo estudiaría en un colegio
de jesuitas. Su casa era para él refugio y remanso de paz, un
microuniverso mitificado de tranquilidad y juegos, habitado por él
mismo, sus padres, su hermano y su institutriz, mademoiselle
Isabel. Por el contrario, el colegio representaba una suerte de
infierno represor para el niño.
Tres años después, la familia quedó en la ruina y decidieron
mudarse a Madrid para tratar de remediar la situación. En la
capital encontró una libertad que no tenía en Bilbao y descubrió
su propia identidad. En este ambiente empezó a escribir.
Cuando tenía 13 años murió su hermano, tres años mayor que él,
Tres años después falleció su padre. El carácter alegre por
naturaleza de Blas de Otero se agrió; se volvió introvertido y
pesimista. A esta edad empezó su obsesión por la muerte. En 1931
comenzó la licenciatura de Derecho; poco después tuvo que
abandonarla para volver a Bilbao con su familia. La situación de
ruina se había agravado tras la desaparición del padre, lo que
impuso el regreso a la ciudad natal.
Juventud, de "Alea" a "Nuestralia": 1933 – 1944
Ya de vuelta en Bilbao, Blas de Otero se encontró con que debía
llevar adelante a la familia, a la vez que cursaba por libre sus
estudios de Derecho. La situación supuso demasiado peso para su
frágil estabilidad emocional, que se quebró. El joven Otero empezó
a padecer serias crisis nerviosas. Encontró tres apoyos para
mantenerse cuerdo: la religión, la amistad y el arte.
Su vida religiosa, por aquel entonces, era muy intensa. Miembro de
la Federación Vizcaína de Estudiantes Católicos, congregante de
Los Luises de San Estanislao de Kostka... Incluso firmaba sus
poemas en aquel entonces como “Blas de Otero, C.M.”: Congregante
Mariano. Empezó a publicar su poesía por esos años: unos versos
claramente marcados por su creencia religiosa e influenciados por
los místicos españoles y la literatura cristiana: las Baladitas
humildes, publicadas en la revista jesuítica de Los Luises.
También comenzó a moverse en los ambientes artísticos de su
ciudad; junto a un grupo de amigos creó distintos grupos poéticos:
en un primer momento "Los Luises"; después vendría "Alea" y
finalmente "Nuestralia", su particular torre de cristal.
Aunque fue uno de los padres de "Alea", no era uno de los más
asiduos, posiblemente por su espíritu solitario. "Alea" fue, en
principio, tertulia artística y punto de encuentro para
intelectuales de toda índole. Después de la Guerra Civil comenzó a
interesarse en la publicación de la obra de sus miembros: en
Cuadernos de Alea apareció Cántico espiritual, su primera obra de
cierta extensión.
Más tarde vendría "Nuestralia", un núcleo cerrado formado por Blas
de Otero y otros cuatro amigos. Como grupo tuvo corta vida pero
gran intensidad, y fue importantísimo para la consolidación
poética de Otero. Gracias a su influencia comenzó a experimentar
con recursos expresivos desconocidos. Estaban marcados por su
fervor religioso: sus influencias oscilaban entre los místicos,
Juan Ramón Jiménez y la Generación del 27, pasando por poetas tan
dispares como Rabindranath Tagore, Miguel Hernández y César
Vallejo. Acostumbraban a citar y recitar versos en sus reuniones:
muy posiblemente, en este tiempo adoptó Blas de Otero el que había
de ser uno de sus recursos más interesantes: la intertextualidad.
El poeta se debatía entre su vocación poética, que le exigía una
vida bohemia, y la necesidad de trabajar para mantener a su
familia. En 1935 acabó Derecho en Zaragoza; poco después empezó la
Guerra Civil, que pasó para él sin pena ni gloria. En 1941 comenzó
a trabajar como asesor jurídico a la vez que veía crecer su
prestigio como escritor. En 1943, incapaz de soportar el conflicto
con su vocación, volvió a Madrid para matricularse en Filosofía y
Letras, con el plan de emular a otros poetas-profesores y ganar
cátedra de Literatura. Sin embargo, la Universidad no era el lugar
de erudición e intercambio cultural que él esperaba; defraudado,
regresó a Bilbao cuando su hermana mayor (que sustentaba a la
familia) enfermó y no pudo seguir trabajando.
Embargado por un terrible sentimiento de culpa por haber dejado
atrás a su madre y hermanas que de él necesitaban, le supuso
siempre un gran cargo de conciencia. Quemó todos sus poemas como
expiación. A partir de entonces se dedicó a enseñar Derecho por lo
particular y a preparar oposiciones.
Afirmación de la vocación poética: 1944 – 1955
En 1945 sufrió una terrible crisis depresiva que lo llevó a
recluirse en el sanatorio de Usúrbil. Durante esta crisis se
destruyó su bucólica visión de la amistad, su firme posición
religiosa y su cándida valoración poética. Sin embargo, encontró
en la creación artística su mejor terapia. En estos años nacieron,
casi íntegramente, las tres obras de su ciclo existencial: Ángel
fieramente humano, Redoble de conciencia y Ancia.
Seleccionando poemas inéditos, junto a otros publicados en
diversas revistas de la época, salió Ángel fieramente humano, obra
que presentó al premio Adonais. Le fue negado el premio, al
parecer por cuestiones de heterodoxia religiosa. En 1950, sin
embargo, ganó el premio Boscán con Redoble de Conciencia.
En 1950 conoce en París a la actriz y poeta vasca Tachia Quintanar
quien mantuvo una buena amistad durante toda su vida.
Desde 1955 ya fue considerado uno de los grandes poetas de la
posguerra. Su poética cambió de rumbo, pasando de ser afirmativa a
interrogativa, inquiriendo al mismo Dios. Sólo aparecen en ella
dos personas: "yo", el poeta; y "tú", Dios. El "yo", solitario y
sufriente, busca un "tú" para dialogar y sólo encuentra el
silencio. Como resultado del fracaso de esta búsqueda (que era
poética, pero también vital) se impone la confirmación de una
nueva fe.
Del existencialismo al coexistencialismo: 1955 – 1964
La soledad de Blas de Otero crecía con su prestigio. Su búsqueda
de un "tú" con el que dialogar había fracasado. No obstante,
encontró una manera de mitigar su soledad: el encuentro con los
otros, ser hombre entre los hombres. Así apareció el "nosotros" en
su poesía: un cambio en su poética que no sólo significó una nueva
dimensión en su obra, sino también el descubrimiento de la
solidaridad humana, que terminó con su crisis y le devolvió la paz
espiritual. La poesía del desarraigo pasó a ser poesía del
encuentro.
Ayudaron a este giro de timón sus nuevas amistades, poetas y
artistas del grupo bilbaíno y nombres importantes del Instituto
Cisneros, que lo encaminaron a "la inmensa mayoría". Por aquel
entonces, su prestigio había crecido tanto que empezaba a ser
estudiado por los eruditos (Dámaso Alonso, Alarcos...), a aparecer
en antologías, ser protagonista de monografías, artículos y
ensayos y ganar todos los premios importantes de su época.
Su extraño sentimiento hacia España, de amor y repulsión a la vez,
lo llevó al autoexilio en París. Allí accedió a los círculos
comunistas e incluso se afilió en 1952 al Partido Comunista por
afinidad, si no política, sin duda ideológica: en él veía
cristalizados sus ideales humanistas. Asumió el marxismo que le
otorgó una explicación global del hombre en la historia. El
descubrimiento de un prisma filosófico y vital alternativo al
dominante en la España de la época le llenó de satisfacción. En
París se fraguó Pido la paz y la palabra desde su nueva fe en el
género humano: el verso se había convertido en una herramienta
para tratar de cambiar el mundo.
Si el odio lo había llevado lejos de España, el amor le hizo
volver: la gran añoranza que sentía por su tierra le hizo sumirse
en nuevas crisis emocionales y depresivas. A finales del mismo año
regresó con la firme convicción de conocer a fondo su país y
tratar con el pueblo llano. Convivió y trabajó con mineros;
recorrió los pueblos del interior de Castilla y León, sin apenas
dinero, viviendo del trabajo y de lo que le ofrecían los amigos
que iba haciendo por el camino. El compromiso que adquirió con la
gente de a pie le empujó a terminar Pido la paz y la palabra y a
escribir En castellano.
Entre 1956 y 1959 vivió en Barcelona, donde frecuentó los grupos
artísticos locales. Allí le censuraron En castellano, pero publicó
Ancia, resultado de la suma de Ángel fieramente humano y Redoble
de conciencia, más algunos poemas nuevos. Aunque se sitúe
cronológicamente en la época social de su poesía, la temática
corresponde a la época anterior, para la que sirvió de epílogo y
broche final. Ancia ganó el Premio de la Crítica en 1958 y el
Premio Fastenrath en 1961.
En 1960 viajó a la URSS y China invitado por la Sociedad
Internacional de Escritores. Por esta época se publicaron (siempre
fuera de España por culpa de la censura) Esto no es un libro
(Puerto Rico, 1963) y Que trata de España (París, 1964).
En 1964 se trasladó a Cuba, donde le fue concedido el Premio Casa
de las Américas. Allí conoció a la cubana divorciada Yolanda Pina,
con la que se casó. Durante tres años vivió en La Habana con ella;
en 1967 se divorció y regresó a Madrid, donde reanudó la antigua
amistad y el amor con Sabina de la Cruz. Su relación con ella duró
hasta la muerte del poeta y le dio la estabilidad definitiva.
Fueron días de paz espiritual, tranquilidad emocional y pasión
creadora.
Últimos años: 1964 – 1979
Durante esta época publicó numerosas antologías recopiladas por él
mismo, además de libros con nuevos versos. También se dedica a
pulir los antiguos; es por esto que hay numerosas variantes de su
poesía.
Su enfrentamiento con el franquismo, al que había visto nacer,
crecer y morir, fue constante. Anheló y cantó la democracia
durante 40 años; luchó por ella, e incluso apareció en mítines,
conferencias y recitales en las primeras elecciones. Sin embargo,
no llegó a ver completamente realizado su sueño. El 29 de junio de
1979 murió en Majadahonda (Madrid) de una embolia pulmonar,
habiendo cumplido con sus preceptos vitales y al final de una
larga búsqueda, vital pero también poética.
Obra poética
Etapa religiosa
La poesía religiosa de Blas de Otero se encuadra en sus primeros
años de vida, alrededor de 1935, en la época en la cual aún era
católico creyente y practicante. La producción poética de estos
años no es muy abundante, e incluso el poeta renegó de ella años
después y situó el inicio de su creación poética en Ángel
fieramente humano, dado que había dejado de comulgar con los
preceptos clericales y cristianos de estos poemas. Se plantea la
duda de si hay que darle importancia a esta etapa como tal o no;
si habría, quizá, que considerarla tan sólo una suerte de práctica
poética para lo que habría de venir después. Sin embargo, no debe
olvidarse que lo que produce la poesía existencial de Blas de
Otero es, precisamente, su pérdida de fe: es decir, el fracaso de
los temas de su primera etapa y la oposición con estos. Así pues,
resulta imprescindible tratar también esta etapa, que si bien no
tiene tanta importancia como las demás por sí sola, resulta clave
para la posterior evolución poética.
Sin contar numerosos poemas sueltos, muchos de los cuales vieron
la luz en diversas publicaciones de la época, la única obra de
esta etapa es Cántico espiritual. Se trata de un poema de amor a
lo divino, siguiendo los preceptos de la poesía religiosa
castellana y, concretamente, de la mística. Su estructura es
cuatripartita: una "Dedicatoria" inicial en forma de soneto; una
"Introducción" de 189 endecasílabos libres; “Liras”, compuesta por
10 liras; y el "Final", dos villancicos y dos sonetos.
A lo largo de la "Introducción", la forma habitual es un diálogo
de amor abierto entre el "yo" del poeta y un "tú" divino. El "yo"
es un amante deseoso de recibir al amado; en su presencia se
desencadena una reacción paradójica de inmensa felicidad e intenso
dolor. La paradoja como figura retórica, como en toda la poesía
mística, cobra una gran importancia: se recurre a ella para tratar
de expresar lo inefable.
El amor divino es un sentimiento que da la vida, pero provoca
dolor y sufrimiento. El amante se entrega a él sin condiciones ni
miedo: su corazón es un "blanco", una "diana", y el amor es una
"flecha"; también es un "surco" que recibe la semilla de Dios para
dar vida: la vid y la espiga, símbolos del sacramento de la
Comunión y también del mismo Cristo. En la unión entre el hombre y
Dios, el poeta participa de su eternidad divina.
Pero estas ansias de unión, estos anhelos no se ven realizados:
son una aspiración, un deseo ferviente que provocará dolor hasta
que no se cumpla. Y no se cumple porque el hombre es mitad cuerpo
y mitad alma: y en ese binomio, sólo el conocimiento puede servir
para acercarse a Dios. Pero ese acercamiento siempre será
imperfecto y superficial, dado que, si viene de los sentidos,
estos sólo son capaces de captar las apariencias y la
superficialidad; y si viene de la razón, será un conocimiento
parcial y mediatizado. Así pues, Dios es inalcanzable,
incognoscible: el Absoluto, aunque se manifieste en las cosas
concretas, no es alcanzable por el saber del hombre, porque sus
modos de conocimiento son, por definición, insuficientes. La única
manera que le queda es, pues, la fe: el abandono al sentimiento
puro.
El "yo" se manifiesta desvalido, en lucha entre la ascensión y la
caída, la gracia y el pecado, y sólo Dios puede darle la tabla de
salvación que necesita. La divinidad da sentido a la vida y ayuda
a superar las limitaciones y defectos: así se impone la vía
purgativa en la poesía de Otero, puesto que Dios no puede aceptar
a un ser imperfecto junto a él o convertirse a su vez en
imperfecto sin contradecir su esencia de perfección absoluta. Es
el hombre quien debe buscar a Dios. El hombre, aislado y solo,
llama a Dios y aviva su deseo de no ser más incompleto: así se
pasa a la vía iluminativa, en la cual se acerca la presencia de
Dios y se inicia un diálogo de unión.
Sin embargo, la súplica no se realiza. El Cántico espiritual
muestra un proceso de desarrollo místico a través de la vía
purgativa e iluminativa, pero inconcluso, sin la unitiva. La unión
mística no llega a realizarse, pero aparece una alternativa. La
unión con el absoluto se cristaliza en la creación poética: ya que
parece imposible alcanzar a Dios, se encuentra cierta salvación en
la propia poesía. La vivencia religiosa se convierte en
experiencia estética.
En las "Liras" se manifiesta el nacimiento y la realización de
este acto estético, como respuesta a la eterna lucha interior del
hombre entre la realidad y los sueños, la luz y la oscuridad, la
eternidad y la nimiedad que están dentro del corazón de cada
hombre. La poesía, igual que la fe, eleva al hombre desde sus
imperfecciones y lo conduce hasta convertirlo en algo mejor:
A través de la poesía, por tanto, se puede acceder a los umbrales
de la plenitud. La vivencia de perfección se realiza en una
experiencia estética que nace de una vivencia religiosa. Se trata
de una prédica de la salvación humana en la misma poesía: la
religión es el principio del proceso y no su culminación.
El "Final" da un giro a la temática al volver a colocar la
salvación humana en Dios. Sin embargo, una vez más no aparece la
vía unitiva: la única manera de alcanzar la unión con Dios es la
muerte. En esta vida sólo se puede aspirar a vivir la gracia y
sentir la presencia divina.
Etapa existencial
A la época existencialista de Blas de Otero corresponden los
títulos Ángel fieramente humano (1950), Redoble de conciencia
(1951) y Ancia (1958).
Antes de entrar en consideraciones acerca de la poesía
existencialista oteriana es conveniente explicar qué es el
existencialismo, movimiento filosófico en el que se basa y cuyos
preceptos recoge para conformar la estructura temática de su obra.
El existencialismo tiene su antecedente a finales del siglo XVII,
con Pascal, aunque nace de manos del filósofo danés Sören
Kierkegaard y se desarrolla principalmente en el período de entre
guerras. Básicamente, postula que existe una gran diferencia entre
"ser" y "existir". "Ser" es un hecho pasivo: los objetos "son",
porque no protagonizan ninguna acción; en todo caso son receptores
de ellas, no pueden elegir su propio destino. Son lo que son en
sí, sin posibilidad de cambiarse a sí mismos. Sin embargo, el
hombre "existe": no tiene por qué coincidir con lo que es, puede
cambiar su propio ser con sus decisiones. Es lo dinámico (el
hombre) frente a lo estático (los objetos, lo inanimado). El
hombre se caracteriza por tener finitud espacial y estar contenido
en una contingencia temporal: es decir, tiene un cuerpo mortal (en
esto es una crítica del "ser" concebido como eternidad).
Así pues, el hombre no sólo "existe", sino que además debe
hacerlo. En el existencialismo hay una defensa de la vivencia
subjetiva por encima de la objetividad pura, como respuesta a la
filosofía de Hegel que creía en la posibilidad de un conocimiento
racional, objetivo y puro de todas las cosas del mundo. Es por
esto que se postula el individualismo moral: cada uno debe ser
responsable de sus propias acciones y decidir su código ético. No
existe, pues, ninguna base objetiva para defender las decisiones
morales; el mayor bien para un individuo es encontrar su propia y
única vocación. Se trata de una crítica a los “más allá”
metafísicos para centrarse en el "más acá"; una alternativa a las
filosofías que analizan el conocimiento objetivo y las
concepciones sistemáticas del mundo para centrarse en el hombre,
en su vida y su muerte.
Una corriente importantísima dentro del existencialismo, y que
probablemente marca más que ninguna otra la poética oteriana, es
la iniciada por Jean Paul Sartre: una filosofía primordialmente
moral, que denuncia el compromiso del hombre con su propia
libertad. No existe una predestinación, no hay dioses ni almas:
cada uno es responsable de sus propios actos, está solo, sin más.
Ese sentimiento de soledad existencial es uno de los pilares de
esta etapa poética de Otero. El existencialismo sartriano se
inscribe dentro del marxismo, difiriendo de éste en una negación
de todo totalitarismo: el hombre debe tener libertad para ser lo
que le parezca.
En Blas de Otero el existencialismo aparece en una etapa de
transición, como respuesta a la crisis espiritual de 1945 durante
la cual pierde la fe. A través de ella llega a lo que será el
estadio definitivo de su poética, la poesía social. Sin embargo,
esta etapa tiene entidad propia y valor de por sí.
Tras los intentos de unión mística de la etapa religiosa, el yo
poético se queda solo y comienza la búsqueda agónica de una nueva
fe o una razón para vivir. El hombre es un ser destinado a la
muerte en un contexto de desolación y ruinas; ansioso por
sobrevivir, por no perderse en la nada, busca a Dios. Lo que antes
era una llamada ahora es una pregunta a gritos. Sin embargo, sólo
obtiene silencio como respuesta; en ese silencio su corazón se
llena de miedo, miedo a la muerte que le aprisiona y le condena a
que todas las cosas que está haciendo no sirvan para nada.
En esta poética, al igual que en la anterior, hay sólo dos
personas: yo (el poeta) y tú (Dios). Pero los papeles han
cambiado: el tú está ausente. Cansado de gritar sin respuesta, el
yo vuelve su mirada hacia su propio interior y lo encuentra
destruido, roto, arruinado, como una ciudad arrasada por una
guerra. Busca en la poesía la salvación humana, algo que integre
la plenitud vital con la humanidad mortal.
Tampoco en su propio interior está la respuesta que alivie el
terrible sufrimiento de la voz del poeta. Al hacerse consciente de
su propia tragedia, el yo reconoce la existencia de otros hombres
con el mismo problema que él. Tras un largo proceso de búsqueda
poética, que va del "tú" al "yo" y del "yo" a "los demás", empieza
a vislumbrar la salida del largo túnel: no hay que renunciar a
nada por una vida futura ni hay que negar la propia humanidad. Lo
que debe hacerse es aceptar el propio destino, y así encontrar un
nuevo absoluto de vida. De este modo halla dos tablas de
salvación: el amor y la poesía.
El tema del amor en Blas de Otero está presente a lo largo de toda
su obra con distintas manifestaciones: hacia Dios, hacia la mujer,
hacia el prójimo; su poesía es a veces espiritual, otras carnal y
otras humana, pero ante todo amorosa. El amor espiritual aparece
sobre todo en su primera etapa; el humano, en la tercera. El amor
carnal se muestra durante toda su obra poética, pero es sobre todo
durante la época existencial en la cual sirve de puente que
conecta el amor hacia lo Absoluto con el amor hacia lo mundano; es
una de las herramientas líricas que llevan a la voz del poeta
hasta la solidaridad con sus semejantes. El amor que siente el
poeta busca un destinatario a quien poder ser entregado por
entero; pero el amor divino sólo le devuelve silencio; el carnal
es temporal y se termina; sin embargo, el amor al prójimo, que
empieza a intuirse, parece ofrecer lo que el yo está buscando.
Gracias a esa intuición el poeta es capaz, tras aceptar su propia
finitud y sus limitaciones, de dirigir su mirada hacia los demás y
crear una nueva persona poética: el "nosotros" que configurará la
tercera y última época de su poesía.
Las tres obras existencialistas de Blas de Otero mantienen una
misma línea temática, con idéntico punto de partida, desarrollo y
meta, aunque distinto tratamiento de los mismos asuntos, cierta
graduación de contenidos y, sobre todo, distinta estructura. Ángel
fieramente humano consta de 18 sonetos y 16 composiciones libres o
semilibres; en general, los poemas que lo componen mantienen
cierto clasicismo formal. Su estructura es de introducción
(presentando el problema existencial y el estado anímico del
poeta), desarrollo (la búsqueda poética de una nueva razón vital)
y conclusión (hay que aceptar la propia mortalidad; el hombre
tiene valor de por sí, y es a él y no a Dios a quien debe
dirigirse la poesía).
Redoble de conciencia consta de 14 sonetos y 8 composiciones
libres o semilibres. Esta obra también está marcada por el
clasicismo formal y tiene una estructura casi equivalente a la de
Ángel fieramente humano.
Ancia está compuesto por 32 de los poemas de Ángel fieramente
humano, todos los de Redoble de conciencia y 49 poemas nuevos. La
estructura también es tripartita, pero el distinto orden en que
aparecen las composiciones ofrece una lectura distinta: la
introducción reitera la defensa de un personaje colectivo, y el
epílogo la aceptación de la naturaleza del hombre en general y el
poeta en particular. El desarrollo está dividido en cuatro partes:
la primera desarrolla el enfrentamiento entre el hombre y Dios; la
segunda trata la salvación del hombre en el amor de la mujer; la
tercera desmitifica e ironiza sobre la religión; la cuarta
intensifica la realidad histórico-política del poeta, España y
Europa. En Ancia se refuerzan las cuestiones humanistas y se
debilita el planteamiento de los problemas metafísicos y
teológicos: es la proclamación de la postura poética a favor del
hombre. En cuanto a la forma, aunque siguen apareciendo poemas de
corte tradicional y clasicista, hay otras composiciones de nueva
tipología: poemas en prosa y versículos y poemillas breves
(pareados, aforismos, chistes...).
Etapa social
El principal paso que da la poesía existencial para volverse
social es el cambio de persona, del "yo" al "nosotros". El poeta,
aceptada su condición humana, encuentra su sitio entre el resto de
seres humanos, y halla también una razón vital: la solidaridad
humana, la búsqueda de un mundo mejor a través de la poesía. El
poeta defiende la utopía humanista porque ya no tiene una fe
religiosa: no hay un Más Allá perfecto al que aspirar, pero,
aunque el hombre esté condenado a venir de la nada y caminar hacia
ella, se debe luchar para conseguir que su vida sea digna y feliz.
El poeta se convierte en un profeta que señala los errores del
presente para conseguir superarlos y acceder a un futuro mejor;
Otero aún está obsesionado con los valores absolutos, pero ahora
los busca en el presente histórico. Así pues, se distinguen tres
tiempos poéticos:
El pasado ahistórico: expectativas de trascendencia y eternidad;
época de conflicto interno, de búsqueda interior. Significa
rechazo y negación por el fracaso total de las antiguas
concepciones del mundo; también implica autodestrucción, porque la
religiosidad exigía al hombre renunciar a su propia humanidad.
El presente histórico: tiempo en el que transcurre principalmente
la poesía social. Aparecen tres elementos claves: el "yo" poético
(existencial y profético); el hombre en su contexto histórico; la
doctrina poética, la ideología. Ésta es la tríada temática
principal. El yo poético proclama su propia humanidad y finitud,
su pertenencia al género humano; después habla del hombre en
general, su situación en el mundo, su contexto, los defectos de la
sociedad en que habita; finalmente predica su propia doctrina, la
salvación a través de la poesía.
El futuro utópico: es la ilusión que justifica el trabajo y el
esfuerzo del presente. La ideología del trabajo solidario no se
sustenta en su entrega, sino en los futuros logros. Llegar a la
utopía es difícil porque hay una lucha impidiéndolo: la del pasado
histórico que trata de permanecer y el presente que debe romper
con el pasado para posibilitar un cambio. Es la confrontación
arquetípica entre la sombra (identificada con todo lo negativo,
con el pasado) y la luz (que representa todo lo positivo, el
futuro). En el futuro utópico están los valores absolutos de la
paz, la justicia, la libertad... La poesía social oteriana reclama
un hombre en paz en un mundo justo y libre. La ideología comunista
en la poesía de Blas de Otero se convierte en un medio para el fin
de su doctrina poética.
Formalmente, la poesía social de Blas de Otero presenta rasgos
propios muy marcados. Otero maneja a la perfección todas las
posibilidades expresivas, desde los recursos más tradicionales al
experimentalismo lingüístico más complejo; utiliza el verso libre,
el versículo y formas semilibres; aparecen en su obra versos
académicos y vanguardistas; prosa y verso; algunos, largos poemas,
frente a otros brevísimos, como el conocido dístico "Poética", el
poema más breve en lengua castellana:
A título general, podría decirse que hay una tendencia a modelos
cada vez más libres según el orden de composición: Pido la paz y
la palabra y En castellano son más tradicionales que Que trata de
España
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