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Mario Meléndez

Apuntes para una leyenda

 Arte poética

 Bajo amenaza de vida

 Cicatrices de guerra

 Confesiones

 El barco del adiós

 El clan Sinatra

 El mago de la soledad

 El último guerrero

 Guacolda

 Inventario nocturno

 La danza del toro

 La hija de Rimbaud

 La invitación

 La otra

 La playa de los pobres

 La portadora

 La receta o el comienzo de la poesía

 La última cena

 Llévame

 Mas allá de la guitarra

 Me he decidido a vivir

 Me sobra un muerto

 Mi gato quiere ser poeta

 Mi pueblo

 Para mayor seguridad

 Pedagogía inconclusa

 Porqué en mi casa ocurre de todo

 Que debo hacer para cantar

 Que salga el indio entre las piedras

 Precauciones de última hora

 Recuerdos del futuro

 Revelaciones

 Sangre en el exilio

 Será debajo de la cama

 Señores del sur

 Si fueras calva también te amaría

 Sinfonía negra

 Un día volveré a tus ojos

 Vincent 1993

 Vuelo subterráneo

Mario Meléndez

La otra

Caperucita nunca imaginó que El Lobo la dejaría por otra.
Nunca hizo caso de los consejos que en materia amorosa le daba
La Abuelita. Por lo que una mañana El Lobo le dijo: "Caperucita,
quiero terminar contigo. Ya no me excita perseguirte por el bosque;
ya no me agrada disfrazarme de abuelita para que tú me digas
tus tonterías de siempre, que si tengo las orejas grandes y esos
colmillos tan filudos, y yo, como un estúpido, responda que son
para oírte, olerte y verte mejor. No, Caperucita, lo nuestro ya
no tiene remedio". Entonces Caperucita, desconcertada por aquella
confesión, se echó a correr tan lejos como pudo pensando en la
clase de mujer que había conquistado el corazón de su amante.
"Es ella, tiene que ser ella", repetía la niña, mientras buscaba
desesperadamente la casa de la anciana. "Abuelita", gritó al fin,
cuando hubo contemplado la figura que yacía en el lecho, "¿cómo
pudiste hacerme esto? tú, la amiga en quien yo más confiaba".
"Lo siento", dijo la otra, "nunca pensé quedar embarazada a mi edad,
y menos de alguien tan poco inteligente e imaginativo. No obstante,
él es un lobo responsable, que no dudó por un minuto en ofrecerme
matrimonio al conocer la noticia. Lo siento, Caperucita, tendrás
que buscarte otro. Después de todo, no es este el único lobo
en el mundo, ¿o no?".

Mario Meléndez

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