LA NAVIDAD CONTADA A
MIS NIETOS
MARI PATXI AYERRA
MADRID.
ECLESALIA,
27/12/05.-
Queridos nietos: Antes de que se os
habitúe el corazón a la Navidad que os
ofrecemos, quiero contaros detenidamente
qué es lo que ocurre en estas fechas.
Vosotros habéis nacido en una familia
cristiana y por eso es importante que
conozcáis el gran acontecimiento que en
estas fechas celebramos. No me gustaría
que las luces, las compras y la agitación
ensombrecieran el verdadero mensaje de
estos días.
Hace dos mil y pocos años Dios decidió
hacerse hombre y venir a la tierra para
que los seres humanos nos enteráramos de
una vez por todas que El nos quiere
muchísimo, que tiene para cada uno de
nosotros un sueño de felicidad y plenitud
y que no podemos vivir una vida mediocre.
Ya antes nos lo informó por medio de
diferentes profetas, pero con el paso del
tiempo sólo quedaron algunos mensajes
escritos que no le hacían demasiada buena
publicidad, así que decidió tomar forma de
persona y nacer y vivir como El cree que
debe hacerlo una persona cualquiera.
Así este niño que nació en un pueblecico
pequeño, en una familia sencilla, envuelto
más en ternuras que en cosas, aparte de
que a los doce años ya era un adolescente
contestatario que se plantó en medio del
templo a contar a los estudiosos de
entonces quién era Dios, a sus 30 años
comenzó su vida pública en la que se
presentó como mensajero de su Padre
hablando a diestro y siniestro de cómo hay
que vivir.
Nos dijo que tenemos un Padre que nos
quiere muchísimo, al que hay que llamar
papá o mamá, y no nombres más solemnes.
Nos enseñó que hasta que no nos tratemos
como hermanos sentiremos tristeza en el
corazón y que podemos recurrir a Dios
siempre que estemos cansados y agobiados
porque el nos serenará. Y que no le
importa que seamos pesados, pues ningún
padre da una piedra a su hijo, aunque este
se lo pida mil veces. Nos recomendó
también que perdonar una y mil veces le
deja a uno mucho mejor y que no podemos
juzgar a nadie, pues todos tenemos
nuestras cosillas que ocultar.
Este hijo de Dios, Jesús, nos explicó por
qué todos los pobres son los preferidos de
Dios y cómo El cambia los valores y vuelve
humildes a los que fardan y ricos a los
pobres y que no le gustan nada las
personas que por tener poder o cosas se
aprovechan de los demás. También nos
recomendó sacar el niño que todos llevamos
dentro, siendo sencillos, espontáneos,
alegres, auténticos y vividores del
momento presente, en vez de andar siempre
ocupados en lo siguiente o nostálgicos en
el ayer.
Con su vida nos demostró Jesús, que el que
no vive para servir no sirve para vivir y
que no hay que llamar a nadie padre más
que a Dios, que es el que tiene el corazón
todocariñoso y su amor nos dinamiza y nos
impulsa a la plenitud, a ser algo único y
fantástico, en vez de andar sumergidos en
una vida tibia o mediocre que nos
entristece y raquitiza el corazón.
Los pocos años que pasó El en este mundo
anduvo sanando a la gente, con su amistad,
con su cariño, con su aceptación
incondicional y se juntaba con
chicas de mala vida, con adinerados, con
encorvadas de preocupación o hemorroisas
de las que van perdiendo la vida en las
pequeñas cosas que no son las esenciales.
Nos dejó muy clarito que el que anda dando
demasiadas vueltas a sus dineros, no
tendrá tiempo para disfrutar de Dios y
vivirá peor y que no temamos, pues
El estará con nosotros hasta el fin de los
días, tiene nuestro nombre tatuado en la
palma de su mano y nos quiere a cada uno
más que nosotros mismos nos queremos,
aunque andemos todo el día viviendo en
nuestro ombligo.
Pero uno de los secretos importantes que
nos contó Jesús, para vivir contentos, en
vez de andar por la vida tristes como
huérfanos, es tener ratos para meterse
dentro de uno mismo y escuchar a Dios. Así
se vive la vida en compañía, que es mucho
más bonita y además, en el silencio, El te
susurra al oído los grandes sueños que
tiene para ti y para las personas que te
va poniendo al lado. Jesús rezaba mucho, y
eso que tenía una vida muy ajetreada, pero
debía de ser por eso, por lo que le daba
tiempo para tanto... En los ratos de
comunicación con Dios, El nos serena, nos
descansa, y nos lanza con atención
despierta y amorosa a estar donde estemos,
a entrar del todo y salir del todo de cada
situación.
Y esto es lo que recordamos en Navidad,
queridos nietos. Queremos vivir así, todo
esto que nos enseñó este niño que nació en
Belén para invitarnos a vivir mejor. Por
eso llenamos de luces, regalos, adornos y
familia estas fechas, porque queremos
hacer del mundo una gran familia donde
todo ser humano viva bien. Vosotros,
cuando veáis que se nos olvida lo
principal, recordádnoslo enseguida, que
andamos todos un poco distraídos.
Os quiero mucho, mucho, muchísimo... casi
tanto como os quiere Dios.
(Eclesalia Informativo
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artículos, indicando su procedencia).
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